1. Leé, a continuación, algunas breves fábulas, escritas en verso por Tomás de Iriarte, autor español que vivió en el siglo XVIII y que fue uno de los que introdujo en España este género.
EL GATO, EL LAGARTO Y EL GRILLO
Ello es que hay animales muy científicos
en curarse con varios específicos
y en conservar su construcción orgánica,
como hábiles que son en la botánica,
pues conocen las hierbas diuréticas,
catárticas, narcóticas, eméticas,
febrífugas, estípticas, prolíficas,
cefálicas también y sudoríficas.
En esto era gran práctico y teórico
un gato, pedantísimo retórico,
que hablaba en un estilo tan enfático
como el más estirado catedrático.
Yendo a caza de plantas salutíferas,
dijo a un lagarto: “¡Qué ansias tan mortíferas!
Quiero por mis turgencias semi-hidrópicas,
chupar el zumo de hojas heliotrópicas”.
Atónito el lagarto con lo exótico
de todo aquel preámbulo estrambótico,
no entendió más la frase macarrónica
que si le hablasen lengua babilónica;
pero notó que el charlatán ridículo
de hojas de girasol llenó el ventrículo,
y le dijo: “Ya, en fin, señor hidrópico,
he entendido lo que es zumo heliotrópico”.
¡Y no es bueno que un grillo, oyendo el diálogo,
aunque se fue en ayunas del catálogo
de términos tan raros y magníficos,
hizo del gato elogios honoríficos!
Sí; que hay quien tiene la hinchazón por mérito,
y el hablar liso y llano por demérito.
Mas ya que esos amantes de hiperbólicas
cláusulas y metáforas diabólicas,
de retumbantes voces el depósito
apuran, aunque salga un despropósito,
caiga sobre su estilo problemático
este apólogo esdrújulo-enigmático.
EL BURRO FLAUTISTA
Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
“¡Oh!”, dijo el borrico,
“¡qué bien sé tocar!
¡y dirán que es mala
la música asnal!”.
Sin reglas del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.
EL OSO, LA MONA Y EL CERDO
Un oso, con que la vida
se ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.
Queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: “¿Qué tal?”.
Era perita la mona,
y respondióle: “Muy mal”.
“Yo creo”, replicó el oso,
“que me haces poco favor.
Pues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso?
¿no hago el paso con primor?”.
Estaba el cerdo presente,
y dijo: “¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto, ni verá!”.
Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:
“Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar”.
Guarde para su regalo
esta sentencia el autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!
si el necio aplaude, ¡peor!
Tomás de Iriarte, Fábulas literarias , Madrid, Cátedra, 2011.
2. Buscá en el diccionario las palabras que no conozcas y que no puedas inferir su significado por el contexto. Luego, releé las fábulas.
3. ¿Todas estas fábulas tienen moraleja? ¿Cómo la identificás en cada caso? ¿Qué se proponen enseñar?
4. Identificá, para cada fábula: cómo está escrita, cuál es el conflicto, la intencionalidad y los recursos de connotación.
Si necesitás entregar esta actividad como tarea, sacá una captura de pantalla y enviásela a tu docente.
© Todos los derechos reservados Longseller S.A. 2020
Desarrollado por Leticia Francalancia