1. Leé a continuación las ideas de tres autores sobre la utopía renacentista.
Del “no-lugar” al “buen-lugar”
El pensamiento utópico tiene una larga tradición que podría remontarse a los antiguos griegos, los primeros urbanistas y al mismo Platón. No obstante, por convención y por una cuestión formal, se considera que la utopía nace con Tomás Moro. Este humanista del siglo XVI nos legó el carácter problemático de la utopía desde la acuñación del término, porque la “u” de utopía es entendida como “ou-topia” (no-lugar) o “eu-topia” (buen-lugar). Según como unamos esas dos caras de la utopía surgen las principales interpretaciones: lo óptimo es imposible, lo mejor aún no está entre nosotros pero puede estarlo.
La modernidad creyó firmemente en la posibilidad de la utopía, y a Moro lo siguieron consciente o inconscientemente una gran cantidad de autores: Eberlin von Günzburg, Patrizi, Campanella, Bacon, Stiblin, Andreae, Sade y otros tantos.
Del libro de Moro se extraen las dos funciones principales de la utopía: la imaginación y la crítica. Ambas interrelacionadas, la primera sirve para sustentar a la otra. La imaginación de un mundo posible para criticar el mundo real. Las posibilidades cognitivas al servicio del cambio social.
Isabel Levhart, ¿Dónde quedaron las utopías?, Buenos Aires, Prometheus, 2008.
Una utopía renacentista
… si la ciudad desea vivir y ser beata, que tenga para comer y beber. Y porque el hombre, comúnmente, suele alimentarse o de pan o de legumbres o de frutas o de carne, y beber o vino o agua, o bebidas compuestas por el arte. Para que él viva… necesariamente se requiere territorio de tierra tanto cuanto sea bastante para producir y para mantener estas cosas, en tan grande abundancia, que pueda sin impedimento alguno nutrir a toda la ciudad. Porque el terreno, por lo general sin la ayuda del arte, deviene estéril y no puede producir por largo tiempo, se presenta aquí la necesidad de campesinos y de pastores, de la agricultura y de la ganadería. Porque tal ejercicio es muy fatigoso, y de grandísimo afán, se pide hombres que sean robustos y potentes para soportarlo, para que por la fatiga no puedan rechazarlo, y para que los ciudadanos puedan comandarlos más liberalmente es necesario que sean siervos. Para que comandándolos los señores no ardan por oponerse a sus órdenes, sean tímidos, y de vil ánimo; y, como se dice, siervos por propia naturaleza.
Francesco Patrizi, "De las cosas y de los trabajos
necesarios",
en La ciudad feliz [1553], Buenos Aires,
Ediciones Sirocco, 2005.
Qué es la utopía
El profesor e investigador rumano Alexandru Cioranescu distingue las siguientes características de la utopía: el relato utópico es esencialmente descriptivo, pretende verosimilitud, cuenta un viaje que es una experiencia personal del autor. La república utópica está organizada de un modo piramidal donde cada habitante forma parte del organigrama. La felicidad colectiva es considerada la razón de ser del Estado. El aislamiento y la insularidad son casi constantes; la libertad está excluida de la isla.
La utopía carece de historia, puesto que se expone la felicidad colectiva como dada pero no los medios para alcanzarla.
Lucas Misseri, Justicia y educación en tres utopías
renacentistas,
Buenos Aires, Mingauskas
Ediciones, 2008.
2. ¿Por qué suponés que una sociedad produce utopías y cree en ellas?
3. En el segundo fragmento, el autor expone que para que “la ciudad feliz” pueda existir y funcionar es necesario que los ciudadanos sean siervos. ¿A qué se refiere con esto?
4. Describí cómo sería para vos una ciudad utópica, partiendo de las siguientes preguntas: ¿Quiénes la habitarían? ¿Dónde se encontraría? ¿Cómo se sostendría económicamente? ¿Cuál sería la organización administrativa y política? ¿Y la educación? ¿Cómo mantendrías el orden?
Si necesitás entregar esta actividad como tarea, sacá una captura de pantalla y enviásela a tu docente.
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